Posted by Noe Rípoli | Posted on 16:31 | Posted in
Hoy por hoy nos enfrentamos a una nueva realidad digna de
las películas de ciencia ficción del siglo pasado, o quizás a una que fue más
lejos que lo que planteaban esas películas. Antes se hablaban de cambios drásticos
en términos de transporte físico; ahora, con la aparición de nuevas tecnologías
nos damos cuenta que, si bien no se avanzó casi nada en esa materia, sí pasó éso
con las tecnologías de comunicación
En este marco, se habla de la desaparición del periodismo, o
de la concepción tradicional del periodismo. La idea de la información ya no se
apoya más en “qué es lo que yo considero importante”, sino en “qué consideran
importante mis potenciales consumidores”. Nadie hace algo destinado al fracaso,
es parte de la naturaleza humana, aunque se lo niegue a nivel consciente, el
hecho de que si se publica, escribe, comunica oralmente alguna cosa, es para
que ésta sea leída, escuchada y ¿por qué no? Tenida en cuenta.
Entonces, en una era en la que circula una cantidad
inabarcable de información, en la que una persona puede en un día, después de
pasar horas frente a una computadora, aprender (y quizás no aprehender) mucho más
que lo que alguien de siglos anteriores puede aprender en toda su vida ¿Cómo
nos informamos? ¿A qué le prestamos atención? Una cosa es segura, la formulación
de noticias tradicionales quedó hace bastante tiempo obsoleto, por el carácter fascista
de sus suposiciones acerca de qué era lo que merecía la pena contarse. Pero si
bien el periodismo perdió credibilidad y atractivo, tampoco se puede caer en un
abismo de informaciones, de redactores, de prosumidores (o al menos no se puede
hacer creyendo o tomando en serio todo lo que se plantea). Las personas están expuestas
a una sobreabundancia de información, entonces la labor del periodista quedará
progresivamente sujeta a la reinterpretación de esa información (como un kiosco
que sirve de mediador entre el mayorista y el consumidor final, pero con la
diferencia de que en la información no hay un mayorista, sino un cúmulo de
pequeñas cosas heterogéneas que se mezclan de forma dinámica y sin sentido) o será
similar a la labor de un artista, a su “aura” (pero aquí encontrará la
dificultad de someter éso que lo hace único a las leyes de un mercado que
requiere como requisito fundamental la posibilidad de reproducción), no hay
nada más valioso que lo que no se puede reproducir, y la tecnología arruinó ese
valor.
Pero, así como la invención de la rueda o el descubrimiento
del fuego produjeron cambios irreversibles para el ser humano; las nuevas tecnologías
de información y comunicación lo harán; y lo importante no es el cambio en sí
mismo, sino los efectos en la mente humana que se apropiará de eso para cambiar
(¿evolucionar?) como especie.
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