La era en la que todo es reproducible

Posted by Noe Rípoli | Posted on 16:31 | Posted in


Hoy por hoy nos enfrentamos a una nueva realidad digna de las películas de ciencia ficción del siglo pasado, o quizás a una que fue más lejos que lo que planteaban esas películas. Antes se hablaban de cambios drásticos en términos de transporte físico; ahora, con la aparición de nuevas tecnologías nos damos cuenta que, si bien no se avanzó casi nada en esa materia, sí pasó éso con las tecnologías de comunicación
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Es decir, los autos siguen teniendo (modelos, materiales, adornos aparte) casi las mismas características que hace un cuarto de siglo atrás, los aviones y trenes también, aún no se han inventado los jet-packs ni las patinetas voladoras (o al menos no se han producido en serie); la telefonía, en cambio, se modificó totalmente y ya no cubre solo su función básica, sino que puede servirnos hasta  para transportarnos a distintas partes de la Tierra que , de otro modo, no conoceríamos ni a través de enciclopedias.
En este marco, se habla de la desaparición del periodismo, o de la concepción tradicional del periodismo. La idea de la información ya no se apoya más en “qué es lo que yo considero importante”, sino en “qué consideran importante mis potenciales consumidores”. Nadie hace algo destinado al fracaso, es parte de la naturaleza humana, aunque se lo niegue a nivel consciente, el hecho de que si se publica, escribe, comunica oralmente alguna cosa, es para que ésta sea leída, escuchada y ¿por qué no? Tenida en cuenta.
Entonces, en una era en la que circula una cantidad inabarcable de información, en la que una persona puede en un día, después de pasar horas frente a una computadora, aprender (y quizás no aprehender) mucho más que lo que alguien de siglos anteriores puede aprender en toda su vida ¿Cómo nos informamos? ¿A qué le prestamos atención? Una cosa es segura, la formulación de noticias tradicionales quedó hace bastante tiempo obsoleto, por el carácter fascista de sus suposiciones acerca de qué era lo que merecía la pena contarse. Pero si bien el periodismo perdió credibilidad y atractivo, tampoco se puede caer en un abismo de informaciones, de redactores, de prosumidores (o al menos no se puede hacer creyendo o tomando en serio todo lo que se plantea). Las personas están expuestas a una sobreabundancia de información, entonces la labor del periodista quedará progresivamente sujeta a la reinterpretación de esa información (como un kiosco que sirve de mediador entre el mayorista y el consumidor final, pero con la diferencia de que en la información no hay un mayorista, sino un cúmulo de pequeñas cosas heterogéneas que se mezclan de forma dinámica y sin sentido) o será similar a la labor de un artista, a su “aura” (pero aquí encontrará la dificultad de someter éso que lo hace único a las leyes de un mercado que requiere como requisito fundamental la posibilidad de reproducción), no hay nada más valioso que lo que no se puede reproducir, y la tecnología arruinó ese valor.
Pero, así como la invención de la rueda o el descubrimiento del fuego produjeron cambios irreversibles para el ser humano; las nuevas tecnologías de información y comunicación lo harán; y lo importante no es el cambio en sí mismo, sino los efectos en la mente humana que se apropiará de eso para cambiar (¿evolucionar?) como especie.

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